amsterdam, libertad

Amsterdam, un oasis de libertad (I)

Hay ciudades que se convierten en mito sin querer serlo. El mito de Ámsterdam es un mito del espíritu. Siempre que pensamos en Ámsterdam la mente nos nutre de palabras como libertad, tolerancia, sencillez, soltura, licencia, y, porque no, libertinaje. Ofrece una interesante mezcla de lo abierto y lo encubierto, de lo franco y lo clandestino. La ciudad ha logrado su justificada fama por la imagen que ha proyectado al exterior, ya sea a través de un Rembrant o los escaparates iluminados de rojo del barrio del mismo nombre. Sin embargo, no hay que quedarse nunca en la fachada que nos proyecta una ciudad, sino bucearla para descubrir esas pequeñas atracciones menos visibles, esos pedacitos de belleza o de historia que merecen toda nuestra atención.

 

 

Hay veces que incluso el tópico más tópico es agradable de conocer. Sus canales no la hacen nombrar la Venecia del norte (mote apropiado por su amiga norteña Estocolmo), sin embargo, son elegantes y armoniosos; los cuatro anillos concéntricos de Grachtengordel forman paseos acuáticos flanqueados por delicados árboles a través de los cuales pasa una luz tamizada. Las casas tienen fachadas de escasos 3 metros y, aunque parezca un eufemismo, son muy verticales. Tan empinadas se encuentran que son necesarias las poleas que sobresalen de sus tejados para subir y bajar objetos pesados. Los puentes peraltados y los caminos adoquinados definen físicamente la forma del centro de la ciudad antigua y transportan al visitante a su edad de oro, en el siglo XVII.

A principios de ese siglo, Ámsterdam se convirtió en una de las ciudades más ricas del mundo. Desde su puerto, salían embarcaciones hacia el mar Báltico, Norteamérica, África y las tierras que ahora representan Indonesia y Brasil… De este modo se creó la base de una gran red comercial que les llevaba a todo el mundo. Los comerciantes de Ámsterdam poseían la mayor parte de la Dutch East Indian. En esa época Ámsterdam era el principal puerto comercial de Europa y el centro financiero más grande del mundo. La bolsa de Ámsterdam fue la primera que funcionaba a diario. Y con esas premisas se movieron libremente Rembrant, Vermeer o alguno de los mejores artistas del momento y que allí habitaban. Hoy los podemos observar en el Rijksmuseum, él único edificio realmente monumental de esta ciudad tan íntima, mientras que Van Gogh merece un museo solo para él.

Rembrandt pintor

Aconsejo observar detenidamente la famosa obra de Vermeer “La joven de la perla” (perfecta la interpretación de Scarlett Johansson encarnando a la joven Griet en la película que hizo Peter Webber). Pasados unos segundos centrados exclusivamente en dirigir nuestra mirada a la pintura, se nos traslada el sentimiento y la sensibilidad propia de la joven allí retratada. Me produce mucha curiosidad como un dibujo, que al final es papel y color, nos traslada sensaciones y nos hace emocionarnos. “Porque es arte”, me contestará cualquiera de vosotros. Pues bien, solo decir que a este cuadro, que tiene película y novela, solo le falta el resto de las artes. Podria haber una canción, una escultura, un poema…

No debemos olvidarnos de la contracultura de la ciudad más terrenal del “puerto de Ámsterdam”. Las meretrices se muestran risueñas y tratan de ofrecer sus encantos a todo aquel que se atreva a cruzar el muro de cristal que las separa del mundo exterior. Esta ciudad es uno de los pocos sitios en el mundo donde no se utiliza la hipocresía o el cinismo en este tema. La prostitución está legalizada. En otros países no se sabe si entra en el campo de la legalidad o la moralidad. El barrio rojo esta plagado de turistas que les hacen fotos cual animales enjaulados y que entran a ver espectáculos de sexo en vivo.

En otro artículo expondré algunas ideas más que me provocan este adalid de la libertad llamado Ámsterdam.

Barrio Rojo de Amsterdam

Amsterdam, un oasis de libertad (I)

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