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Cracovia, ciudad real de Polonia (I)

Cracovia (Kraków en polaco) fue el reino de la capital del país durante 500 años, concretamente, entre los siglos XI y XVI. A diferencia de otras ciudades importantes pero con menos suerte, como Varsovia o Gdansk, Cracovia salvó su patrimonio durante la Segunda Guerra Mundial ya que los nazis evacuaron el lugar sin destruirlo y gracias a ello todas sus bellezas indiscutibles tienen la ventaja de ser originales. Por eso, muchos polacos llaman a Cracovia la madre del alma histórica de su nación.

Aquí creció Karol Wojtyla, conocido como Juan Pablo II y a quien los polacos tienen verdadera admiración. Una guía nos contó que su hijo, viendo la televisión, dijo que «ese( refiriéndose a Ratzinger) era el nuevo, pero que Juan Pablo era el nuestro». Fue trabajador en una fábrica durante la Segunda Guerra Mundial y, estudiando en el seminario clandestino y protegido por el cardenal de Cracovia, se ordenó sacerdote en la catedral de Wawel. Hay una famosa ventana desde donde se dirigía a la población y donde se depositan hoy en día rosas y velas en su memoria. Decía, de modo anecdótico, que ser Papa en Roma era difícil pero en Cracovia es imposible porque siempre estaría en «su» ventana. La religión en Polonia es mayoritariamente católica y muy seguida por los polacos ya que allí la Iglesia tiene mucha presencia (hay 130 iglesias en Cracovia y cada cuarto de hora comienza una misa). La iglesia, en este país, siempre ha estado apoyando al pueblo y no al «stablishment».

 Recientemente ayudaron a los judíos con partidas de bautismo falsas o escondiéndoles en sus conventos cuando se produjo la ocupación nazi o bien defendiéndo al pueblo polaco de los comunistas invasores, salvando así la identidad polaca de la germanización o la rusificación.

Ya en 1572, el rey Segismundo procedente de Francia tuvo que aceptar el cristianismo porque la iglesia era ya entonces una instituciónfuerte y consolidada, aunque muchos nobles fueran protestantes. Este mismo rey dijo que «no era rey de sus almas» y de ahí el principio de tolerancia que motivó la aceptación de los judíos que repudiaban en otros países. También se descubrieron los primeros baños en los castillos polacos y no en la civilizada Francia. Cuando los «estirados» franceses decían «borracho como un polaco», estos contestaban «sucio como un francés».

 

La historia de Polonia es una constante de conflictos y ha hecho forjar un carácter guerrero en sus habitantes ya que su situación socio y geopolítica hacía que estuviera en el centro de todas las confrontaciones. Hay un dicho que explica que «Dios creó a Polonia entre alemanes y rusos para que no se aburriera el pueblo polaco». En 1794 se reparte Polonia entre Prusia Austria y Rusia y entonces se decide apoyar a Napoleón para que les libere de la opresión de estos países. Se dice que la famosa batalla de Somosierra en España fue ganada por el ejército napoleónico polaco.

Si después de estas primeras reflexiones y anécdotas históricas decidimos visitar Cracovia, nada mejor que comenzar por el centro donde nos espera su Catedral real, con su capilla renacentista de cúpula dorada, y el castillo de Wawel, donde una dinastía de reyes polacos celebró sus coronaciones y ocupó el trono. Bajo su reinado, estos reyes hicieron que Cracovia se convirtiera en uno de los centros artísticos de Europa, adonde acudían artesanos para dorar sus iglesias católicas con su pan de oro. La plaza mayor del mercado es la plaza medieval más grande de toda Europa. Parémonos aquí a tomar unas Zywrec (cerveza polaca) y digamos «Nas Drovia» como un polaco más.

 

Cracovia, ciudad real de Polonia (I)

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