Copenhague, la nórdica más europea
Dentro de sus limites relativamente pequeños, Copenhague destila varias personalidades aparentemente contradictorias: como urbe marina sometida a los elementos, soldadito de ciudad de juguete y, más recientemente, como elegante centro de diseño. Todas coexisten en la modesta capital danesa, donde parece que todo el mundo se conoce.
En ocasiones, Copenhague parece una versión más salada de Ámsterdam, pero aunque ofrece paseos por canales junto a multitud de agujas y un dosel de tejados de color bronce, la vida portuaria de esta ciudad es mucho más importante: cruceros enormes se alinean a un tiro de ancla de Nyhavn, la animada zona de muelles, donde se venden mascarones de proa antiguos. El arenque, presentado de diversas maneras, está disponible, aunque muchos habitantes de la ciudad lo toman sólo en Navidad.
El lado más sentimental de Copenhague surge cada noche en los jardines del Tivoli, creación de un personaje de la sociedad danesa del siglo XIX que se inspiró en los jardines de Londres y Paris. Por la noche, cientos de luces suaves crean un luminoso país de hadas, mientras unos niños vestidos con uniformes de soldado representan un cambio de guardia. Al fin y al cabo, éste es el país de Lego y de Hans Christian Andersen; la estatua de la sirenita del cuento, uno de los iconos urbanos más conocidos del mundo, es una figura pequeña, nostálgica, para algunos, decepcionante insignificante que se encuentra a unos metros de la orilla, en las aguas del puerto. A lo largo de los años, su cuerpo ha sido decapitado, desmembrado y cortado.
Esta cursi visión del “maravilloso Copenhague” es posible que provoque en los diseñadores de la ciudad de una ironía posmoderna. El orfebre Georg Jensen y el polifacético creador ARNE Jacobsen, que superviso el diseño del hotel SAS, desde la fachada hasta las tazas de café, abrió el camino a un grupo de diseñadores conocidos por combinar el frío funcionalismo con la belleza. Copenhague posee un rico legado en arte. La familia cervecera Carsberg fue una gran coleccionista: su Ny Carsberg Glypotek está llena de estatuas etruscas y piezas romanas. Al sur de la ciudad, la galería Arken de arte contemporáneo se abre paso al otro lado de los pantanos; al norte, la vista marítima desde el museo Lousiana resulta tan seductora como su arte moderno. Peter Hoeg y Lars von Traer, directores de cine, plantean retos a las normas existentes, la misma actitud que llevó a músicos de jazz norteamericanos (y en especial, al saxofonista Dexter Gordon) al Montmartre Club de la ciudad en las décadas de 1950 y 1960.
Después de la inauguración de un puente-tunel descomunal, en julio de 2000, entre Copenhague y Malmö (Suecia), se ha creado una metrópoli combinada llamada Oresund, la mayor ciudad del Báltico y del norte de Europa. Sin embargo, cabe sospechar que los barrios típicos de Copenhague (El elegante Kongens Nytorv, el bullicioso Vesterbro, la alternativa y un tanto dejada ciudad libre de Christiania) sobrevivirán, y que la ciudad seguirá contando con un menú de ambientes tan extenso como las opciones de smorrebrod que se ofrecen en el famoso restaurante de Ida Davidsen.
“Otras ciudades erigen estatuas de generales y potentados. En Copenhague te dan una sirena. Me parece estupendo”