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Oslo, la fuerza de una naturaleza en estado puro

 

La imagen de Munch de una figura solitaria de espaldas a una puesta de sol turbulenta, con la boca completamente abierta y las manos a ambos lados de unas abultadas sienes, constituye una de las pinturas más conocidas del mundo. Sin embargo, el Oslo de hoy seria irreconocible para el artista al que inspiró tanta angustia. El grito (ya recuperada tras su robo en 1994) podría simbolizar la alienación y el aislamiento de la vida moderna, aunque para Munich representaba una reacción contra un Oslo decimonónico, superpoblado y plagado de una miseria dickensiana de alcantarillas abiertas y tuberculosis. Según los rumores, el pintor estuvo bebiendo antes de tener su visión apocalíptica. Yo dudo de que sólo fuera el beber el que le provocó esta genial pintura.

En la actualidad, Oslo es un modelo de limpieza, prosperidad y eficacia, tan limpio como el sonido del piano de Keith Jarret en una de sus sesiones grabadas en la ciudad. Las personas que se aburren con facilidad y que gustan de las ciudades estimulantes y dinámicas, pueden acabar entendiendo lo que vió Munch.

 

 

Lo cierto es que los noruegos son naturistas por naturaleza, y no constructores de ciudades: son grandes amantes de la naturaleza y del nudismo. Oslo está rodeada de bosques, lagos y montañas que atraen de forma constante e irresistible a sus ciudadanos. En los largos días de verano, la ciudad prácticamente se vacía, y como actividades preferidas se dan unos paseos y se charla sin ropa. Durante el largo y oscuro invierno, los habitantes de Oslo disfrutan de las íntimas y despreocupadas tardes en las que se bebe, se esquía y se práctica algo tan típico en la zona como los saltos de esquí. Allí se ensalza la figura del trampolín de Holmenkollen, construido para los Juegos Olímpicos de 1952, y que es uno de los monumentos más extraños del horizonte de Oslo. El propio fiordo de Oslo está lleno de islas a las que los hombres de negocios se retiran durante el fin de semana o en las que se celebran reuniones tras las cuales puede sellar la firma de un contrato con un rápido baño en cueros.

Hasta que Noruega consiguió la independencia, Oslo fue una pequeña ciudad provinciana llamada Cristiana que se encontraba situado en los límites del imperio escandinavo y estaba dominada por Estocolmo. Aunque esta última domine el diseño de interiores más vanguardista, Oslo, la más pequeña de las capitales de Escandinavia, es hoy también la ciudad más activa.

 

 

A pesar de las actitudes un tanto calvinistas de los habitantes de Oslo hacia la venta y el elevado precio del alcohol (cosa que pudimos comprobar en nuestro viaje), poseen una mentalidad vikinga, amante de la diversión, de Thors robustos y Hildegaards rubias. En la puerta de Kart Johan, la calle más famosa de Oslo cuyo nombre procede del rey del siglo XVIII y que fue lugar de encuentro de una comunidad artística que incluía a Munch, Visen, Grieg y compañía, hay bares y locales nocturnos llenos de vida (aunque sirven cerveza sin alcohol). El recuerdo de las excelentes credenciales de navegación de los noruegos está al alcance de la mano en un puñado de museos que acogen el Kon-Tiki, el Fram (el barco polar de Scansen) y ejemplos de las embarcaciones que dominaron y aterrorizaron los mares y, según algunos, que descubrieron América. Resulta extraño imaginar a esta raza de rudos guerreros de barbas rojas convertidos, tras unos cuantos siglos, en una nación discreta, sinónimo de pacifismo escandinavo. En el interior de la funcionalidad democrática del Radhus (ayuntamiento) se entrega cada año el premio nobel de la paz. Y si queremos finalizar el viaje en un precioso lugar no debemos perdernos sus monumentales fiordos. Puedes relajarte en un paseo en barco por esas montañas que miran con la altivez de saberse mayores que tu y con la contemplación de la naturaleza en estado puro.

En definitiva, un país cuyo bien más preciado es la naturaleza y al que, cuando nuestro stress este llegando a cotas máximas, podemos visitar para obtener de el toda su hermosura y paz.

 

Oslo, la fuerza de una naturaleza en estado puro

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